Ya me cerca el silencio,
he quemado las pistas,
ha volado los puentes
y ahora doma
- para que no alborote -
al potro de la idea.
Ya me envuelve esta fibra,
sigilosa,
en su blanco organdí la carne grave,
y es la hora sin hora
del que escuchaba las voces.
De la misma manera que nacemos
en el momento justo y sin saber,
así vuelve a parirnos la palabra
y nos hace inocentes.
Cuando ya no se guarda
cosa propia o ajena que decir
comienza a enunciarse,
por sí solas,
las verdades de siempre.
Yo no sé qué decía, pero oigo
un clarín que me dice.
Ya me enrosca el silencio
su vibrante correa
consonante;
ya comienzan las ruecas
a tejerme el sudario.
Es preciso morir,
es preciso callar para que hable
el agua de la fuente.
Vicente Gallego
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