jueves, 23 de febrero de 2012

No te aflijas

No te aflijas: la belleza volverá a encantarte con su gracia;
tu celda de tristeza se trocará en un jardín de rosas.
No te aflijas: tu mal será trocado en bien;
no te detengas en lo que te inquieta,
pues tu espíritu conocerá de nuevo la paz.
No te aflijas: una vez más la vida volverá a tu jardín
y pronto verás, ¡oh cantor de la noche!
una corona de rosas en tu frente.
No te aflijas si, algún día, las esferas del cosmos no giran según tus deseos,
pues la rueda del tiempo no gira siempre en el mismo sentido.
No te aflijas si, por amor,
penetras en el desierto y las espinas te hieren.
No te aflijas, alma mía,
si el torrente del tiempo arrastra tu morada mortal,
pues tienes el amor para salvarte del naufragio.
No te aflijas si el viaje es amargo,
no te aflijas si la meta es invisible.
Todos los caminos conducen a una sola meta.
No te aflijas, Hafiz,en tu rincón humilde en que te crees pobre,
abandonado a la noche oscura,
y piensa que aún te queda tu canción y tu amor.


Hafiz

domingo, 12 de febrero de 2012

Centro

Tocar tu mano y no sentir el hueso
frío que desde dentro ahora la mueve,
sólo la piel caliente, el roce leve
de una carne hecha espíritu, sin peso;
morder luego tus labios, y en el beso
quitarle al cráneo que hay detrás relieve,
y a la nuca dureza, y que la breve
vida parezca eterna en el proceso.
Cerrarte en un paréntesis de brazos
donde no cabe el mundo, ver que rota
mi ser alrededor de tus caderas,
romper con lo exterior todos los lazos,
y entrar en una realidad ignota,
que es sólo un centro en donde no hay afueras.

Lorenzo Oliván

viernes, 3 de febrero de 2012

Piedra del sueño

Este pasador... En el oro más fino
cincelado. Cuántas veces
dedos anhelantes lo habrán apartado
para que una melena oliendo a mujer
cayese abandonada
sobre unos hombros mórbidos.
Ahora, muerto en esta vitrina,
parece reírse de nosotros, reprocharnos
que seamos capaces de pasar el tiempo
admirándolo.
«No soy nada
-nos dice-, sólo un objeto
para sujetar el pelo. Soy hermoso
porque cuando alguien me hizo
era impensable no modelar belleza.
Pero sólo existo cuando brillo
allí para donde fui concebido,
no en el acabamiento de esta veneración mediocre,
sino sobre un rostro hermoso y moreno».

José María Álvarez

Aymant

...Las viejas playas. A las que siempre
algo
te lleva. Como ningún otro latido
del mundo, esas orillas...

Caminas por el filo de las aguas. El sol que las traspasa,
ese velo cristalino,
y esas conchas
medio enterradas en la arena, y esas cintas
azules
que la luz dibuja.

No es tu memoria
quien reconoce,
donde existe depositada esa luz, esos colores,
estas orillas transparentes, la sensación
de la mar en tus dedos.
Es una dicha sin pasado. Sólo su instante
de exaltación, la
Vida
más allá
de lo comprensible.

José María Álvarez

jueves, 2 de febrero de 2012

Cuando todo se mece sobre el párpado abierto de la noche...

Cuando todo se mece sobre el párpado abierto de la noche
y se oyen las pisadas
de los últimos porteadores de sueños que se alejan,
cuando la luz ya es término arterial
que la memoria traza desde dentro
y oímos germinar sin acritud
el talar de la sangre
bajo el peso de un labio,
ella se enciende sola.

Mi lámpara rebelde
arde como áspera piel de las sirenas,
disemina palabras
que son naipes sin luz
sobre la hierba.

Las bautiza
las hunde en las diademas
de la noche.

Es horrible ser dos inútilmente
y por eso la dejo
gozar de mi tristeza,
nadar contracorriente
en la crecida
de otra voz que no alumbra la ceguera
y se enciende
tal vez
más allá de nosotros.

Rosana Acquaroni

miércoles, 1 de febrero de 2012

Ventana sobre una mujer

Esa mujer es una casa secreta. (es una fortaleza)
En sus rincones, guarda voces y esconde fantasmas.
En las noches de invierno, humea.
Quien en ella entra, dicen, nunca más sale.
Yo atravieso el hondo foso que la rodea. En esa casa seré habitado.
En ella espera el vino que me beberá.
Muy suavemente golpeo a la puerta, y espero.

Eduardo Galeano

El libro de los abrazos

Las palabras, guardadas en viejos frascos de cristal, esperaban a los poetas y se les ofrecían, locas de ganas de ser elegidas: ellas rogaban a los poetas que las miraran, que las olieran, que las tocaran, que las lamieran. Los poetas abrían los frascos, probaban palabras con el dedo y entonces se relamían o fruncían la nariz. Los poetas andaban en busca de palabras que no conocían, y también buscaban palabras que conocían y habían perdido.

En la casa de las palabras había una mesa de los colores. En las grandes fuentes se ofrecían los colores y cada poeta se servía del color que le hacía falta: amarillo limón o amarillo sol, azul de mar o de humo, rojo lacre, rojo sangre, rojo vino ...

Eduardo Galeano