mojado, cuando el tiempo se hizo tenue
para alguna aparición:
me contabas
o recuerdo –como un viaje– solamente
que yo andaba entre tu voz y las palabras
con pisadas tentativas de turista
que desciende a la ciudad envuelta en brumas
cerro abajo.
Engastada entre las grietas
de la historia te esfumabas:
divisé
una gema, eso es todo. Breves ráfagas
de aire frío disolvieron la escalera
empedrada de recuerdos, el rocío
me guiñó desde las hojas:
eso es todo
lo que tengo que contar, ibas diciendo
al llegar a la vereda iluminada.
Y el rumor, menos lejano, de automóviles
se mezclaba con tu voz y con la noche.
Andres Anwandter
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