sábado, 29 de septiembre de 2012

Las mentiras

No puedo sino amaros
estrujando vuestras veleidosas acechanzas
sobre mi pecho estremecido,
porque ¿de qué otra cosa podría vivir?

Recordar la vida pasada
es como regar el huerto de vuestras sombras,
y suspirar por algo desaparecido
es levantar las ciegas estatuas de un jardín.

El desvarío es grande
e insensata la índole de mis sentimientos,
mas cuando un hechizo obra sobre un corazón,
¿quién puede disiparle esa áspera pena?

Verdad, verdad deseada,
en los labios engañosos del mundo
paréceme escuchar como posible
el eco de tu clemencia.

Juan Gil-Albert

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